Su origen como pueblo pesquero, en la Baja Edad Media, no es difícil de intuir, y en 1983 Conil fue declarado conjunto histórico, con razón, dada la riqueza de su patrimonio histórico y cultural.

Observar los alrededores del pueblo, por ejemplo desde la Torre de Guzmán, permite apreciar la singular ubicación de Conil. Se encuentra entre dos océanos y dos continentes: el Mediterráneo y el Atlántico, Europa y el aún más antiguo continente africano. Situado cerca de los míticos Pilares de Hércules —las auténticas formaciones rocosas de Jebel Musa en Marruecos y el Peñón de Gibraltar—, su posición en el mundo clásico ha hecho que Conil haya sido testigo del paso de sucesivas civilizaciones. Aunque el origen del Conil actual se remonta a la Edad Media, durante la Reconquista, su historia se entrelaza con más de 3.000 años de presencia humana en este rincón del mundo, desde la enigmática Tartessos hasta, según algunos, ser un asentamiento satélite de la legendaria Atlántida (1). Así, una mirada más detenida a Conil revela un pasado tan extenso como fascinante.

Conil está delimitado —y su crecimiento condicionado— por el cercano río Salado, que hasta finales del siglo XX rodeaba casi toda la fachada marítima del pueblo, al sur; por las pendientes pronunciadas al este (hoy Pocito Blanco y Cañada Honda); y por la loma de la Atalaya al norte. La topografía desciende suavemente desde el puerto de Cádiz (la antigua “Puerta de Cádiz”, al final de la calle del mismo nombre) hasta el puerto actual. Hasta el siglo XX, el núcleo urbano se mantenía algo alejado del mar para evitar las inundaciones periódicas provocadas por el río y el océano.